LA REVOLUCIÓN DEL SIGLO XXI Y EL NAZI FASCISMO
“El
pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la
independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación
o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o
menoscabe los derechos humanos”. Así reza el Artículo 350 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, una herramienta constitucional que lo es un
todo y a la vez nada, especialmente por el régimen que se asentó en el poder y
que como dictadura seguirá esperando un digno y fiel sucesor a sus tradiciones,
-al mejor estilo de los maestros cubanos-.
Antonio Sánchez García es un
historiador y filósofo chileno que ha desarrollado su carrera académica en
Venezuela, es autor del libro Crisis y
estado de excepción en la Venezuela de hoy en torno a Carl Schmitt, donde
narra, basado en los principales escritos del filósofo jurídico alemán, todo un
bagaje teórico que explica la crisis por la que atraviesa el vecino país.
Bastase un líder, un caudillo, un
hombre nacido del pueblo y para el pueblo para que en Venezuela, ocurriera
-tras una serie de eventos milimétricamente definidos- la crisis estatal,
social, económica, política, alimentaria y diplomática que hoy vive Venezuela y
con esta, implantarse la fundada “revolución
del siglo XXI”.
Foto: Tomada de Internet |
“La
revolución está en los cañones de los fusiles”, así lo expresó Mao y lo entendió
desde el principio Hugo Chávez, su proyecto no era coyuntural ni pasajero,
sabía que una vez en el poder, llegaría para quedarse; comprendió que la mejor
forma de destruir el statu quo debía
estar dentro del sistema, Gramsci indicó: “...
en un Estado moderno, las revoluciones verdaderas se hacen con, no contra el
Estado, por lo que la táctica apropiada consiste en adueñarse primero del
Estado para iniciar luego la revolución”, tal revolución en el sentido
aplastante, donde una clase destruye a otra para hacerse al poder, es una línea
trazada de los proyectos totalitarios del nazi fascismo y del comunismo: “someter hasta el más mínimo factor de
resistencia y aniquilar cualquier diferencia específica, de orden racial,
espiritual o material, mediante el terror de Estado”, así se ejecutó,
Chávez olvidó que las posturas ideológicas coinciden en los extremos, “Detrás de Fidel Castro no está Lenin: está
Hitler” y con él, Chávez reproduciendo sus ideologías como la panacea a los
problemas sociales de Venezuela, así se vendió, y de la misma forma lo
compraron los venezolanos.
EL ACAPARAMIENTO DE LO ESTATAL COMO
PROYECTO TOTALITARIO
Todo el proyecto ideológico de la revolución
del siglo XXI no hubiera sido posible sin la infección completa de todos los
estamentos estatales, su influencia y poder deberían pasar por todas las
instituciones, y por todas las ramas, desde los procesos electorales, hasta el
debilitamiento del Estado de Derecho mediante el decreto recurrente a estados
de “emergencia económica y nacional”.
La democracia trae siempre sus pros
y sus contras, tiene sus vacíos y sus vicios ya instaurados, así lo indicaría
Schmitt: “es propia de la democracia, en primer
lugar, la homogeneidad, y , en segundo lugar - y en caso de ser necesaria- la
eliminación o destrucción de lo heterogéneo”, la democracia no solo nace
como el mejor mecanismo para la protección de las libertades y de los derechos
ciudadanos, sino también como el privilegio de las mayorías y la supresión de
las minorías, “quien domine el 51% podría
ilegalizar, de modo legal, al 49% restante”.
Es fácil por lo tanto, recurrir a la
fuerza supresora legítima que el Estado de Derecho brinda, en él, se legitima
el trato desigual a lo desigual, Sánchez afirma siguiendo la teoría de Schmitt
que “debajo de la democracia duerme la
monarquía y debajo de todos nuestros caudillos duerme Fernando VII”.
Nacen pues, seguido de la fachada
democrática los tiranos y usurpadores conquistando por medio de coerción y las
herramientas incluso estatales e institucionales, la rendición de las minorías
o su destrucción selectiva y consentida.
Para Chávez no fue tan difícil
lograr la metástasis de su proyecto en todos los ámbitos de la sociedad
venezolana, Chávez “fue capaz de imponer
su voluntad y quebrantar la de los demócratas por medios extramilitares, como
por ejemplo la coerción y la intervención económicas, el fraude, el engaño, una
feroz maquinaria propagandística, la represión, la cárcel, el chantaje
posibilitado por el uso indiscriminado de los ingresos petroleros”, la
dictadura al estilo antiguo pasaba a un segundo plano, dentro de la revolución
del siglo XXI se gestaba la dictadura moderna.
Su principio dictatorial se dejó
entrever gracias al uso desproporcionado de la excepcionalidad como estado,
capaz de permitir la arbitrariedad, el abuso del poder, la centralización de
las decisiones estatales, políticas y económicas, así sucedió mientras duraba
el asalto a la autonomía e independencia de las instituciones, tal como la
enseñanza hitleriana lo estipula, “depredar
un Estado de facto mediante mecanismos de excepción, vulnerando los principios
constitucionales o creando una constitución itinerante, cortada a la medida de
sus necesidades de dominio”.
Chávez cumplió al pie de la letra el
acaparamiento de lo estatal como base de su proyecto totalitario, dictatorial,
por lo que el orden en la dictadura moderna no es despreciar la democracia, “es seducirlas y conquistarlas para
liquidarlas; dominarlas para corromperlas. Usarlas desde dentro, para
destruirlas.” Hoy Venezuela no es lo que antes despreciaba la ciudadanía;
pero seguramente tampoco es lo que imaginaban dándole el poder a un caudillo
que supo entretenerlos, cegarlos y dominarlos.
EL ESTADO DE EXCEPCIÓN COMO ESTADO
NATURAL DEL RÉGIMEN
Una vez establecido en el poder,
utilizando la democracia como trampolín a un régimen dictatorial dotado de
recursos gracias al petróleo, fortalecido con un proyecto ideológico extraído
de las ruinas socialistas de Cuba, se necesitaba la adaptación del régimen a la
cotidianidad no solo de la sociedad venezolana, sino además de la comunidad
internacional que mantiene su silencio cómplice ante los intereses
expansionistas de Chávez, en parte nuevamente gracias al poder que otorgan los
ceros que deja el petróleo.
Schmitt, menciona una manera
práctica de comprender la importancia del uso del estado de excepción, como
herramienta fundamental para el cumplimiento de las metas trazadas por los
dictadores “políticamente puede
calificarse de dictadura a todo ejercicio del poder estatal que se realice de
una manera inmediata, es decir, no mediatizado a través de instancias
intermedias independientes, entendiendo por ella el centralismo, por oposición
a la descentralización”. ¡Exprópiese y cúmplase!. La obviedad en la toma de
decisiones de las instituciones estatales independientes y autónomas acrecienta
la fascinación de gobernar sin la necesidad de segundos conceptos, la palabra
se vuelve ley y el caudillo se convierte en juez supremo del régimen, su
palabra es última y su acción derivada, inmediata.
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En otras palabras, estado de
excepción, dice Sánchez hace referencia a “una
situación existencial que atañe al conjunto social y su sistema de dominación:
el momento en que una sociedad política, una nación, un Estado queda
momentáneamente a la deriva ante la ausencia de legitimidad y la quiebra de los
fundamentos éticos y jurídicos del Poder”, un momento que para los
venezolanos se ha traducido en años de caos, de improvisación, de la toma de
una serie de malas decisiones, de la primacía de un proyecto ideológico por
sobre el bienestar, las libertades y los derechos de la ciudadanía.
No hay constitución de un Estado de
Derecho que faculte al ejecutivo del control total del Estado, las ramas del
poder perderían su naturaleza y su funcionalidad, las instituciones estatales
su capacidad decisoria, los organismos de control su independencia y la
justicia toda autonomía y credibilidad frente a la sociedad. Por lo que no hay
otro camino que la declaración de los estados de excepción para la transición
paulatina y sistemática de la democracia liberal a la dictadura socialista.
El régimen perdió legitimidad, y su
búsqueda de respaldo ahora no es la persuasión y el consenso, sino la
imposición y la represión, es más, ya no buscan el respaldo, las instituciones
son ahora parte del régimen, la justicia actúa a favor del mismo, y quienes se
oponen son objeto de juicios sin fundamento y encarcelamientos –tal es el caso
de Leopoldo López y otros tantos opositores-. En Venezuela, “El estado de excepción se ha convertido en
norma y la legitimidad ha asumido carácter estrictamente simbólico, metafórico,
ilusorio.”
EL SISTEMA ELECTORAL COMO
HERRAMIENTA LEGITIMADORA
Contrario a lo que se piensa, los
procesos electorales son tanto legitimadores de las democracias liberales tanto
legitimadores de las dictaduras, Hugo Chávez ascendió al poder a través del
voto popular, lo utilizó Hitler, Perón, Pinochet entre otros tantos dictadores
de la historia política del mundo, su
explicación radica en el argumento de la introducción al sistema político: no
se puede cambiar el sistema si no se está dentro, Hitler así lo comprendió, y también
lo hizo Chávez, el primero lo hizo poco después de salir de prisión en la
cárcel en Baviera en 1925: “Será
necesario cambiar de método. En vez de orientarnos hacia la conquista del poder
mediante una revolución armada, habremos de permanecer tranquilos combatiendo a
los diputados católicos y marxistas en el seno del Reichstag. Si bien es verdad
que derrotarles con el arma de los votos requiere más tiempo que eliminarles
con las armas, el éxito estará garantizado al menos por su propia Constitución…
Antes o después dispondremos de la mayoría… y, a continuación, de Alemania”. Los
dos reconocieron, tiempo después de permanecer en prisión (Chávez pasó un
tiempo en prisión luego del fallido golpe de 1992) que la vía de las armas no sería
la más indicada para la revolución que se planteaban, la mejor, pero no por
ello la vía más rápida, eran los votos, el apoyo popular.
El régimen chavista ha hecho uso de
los mecanismos que democráticamente brinda la constitución para la legitimación
de su gobierno, sin embargo el acaparamiento de lo estatal ha tocado
adicionalmente y de manera indispensable las instituciones reguladoras de lo
electoral, con ello se aseguran no solo su permanencia en el poder sino la
legalidad de la misma, Sánchez afirma que el régimen chavista irrespeta sus
propias normas constitucionales y es capaz, en consecuencia, de quebrantar,
falsear y hacer fraude a los resultados electorales -un claro ejemplo: el
revocatorio impulsado por la oposición- que entorpezcan o violen sus propósitos
de sobrevivencia estratégica.
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Lo anterior ha sido factor para
ahondar la crisis en la que se encuentra Venezuela, puesto que esa
sobrevivencia estratégica forma parte de los espacios que no se pueden permitir
ceder a la oposición o a las minorías, negar el acceso al control más mínimo de
lo estatal es fundamental, por ello la centralización de los recursos y las decisiones.
Nada se deja a la suerte, todo forma parte de un macro proyecto que esta vez,
tiene la intención de implantarse en el continente, aún teniendo la experiencia
devastadora que nos enseña Cuba.
Se podría deducir por simple
análisis que Sánchez concluye haciendo una afirmación paradójica y contraria a
lo acostumbrado en las democracias liberales, “no se trata de tener elecciones para poder salir de Chávez. Se trata
de salir de Chávez para poder tener elecciones”, contrario a lo que pensaba
Sánchez, no fue posible tener elecciones saliendo de Chávez, su virus se
encuentra aún demasiado impregnado en la política y en el venezolano que cree
en un proyecto político que genera violencia, hambre y miseria.
Es menester comprender que la
política democrática no convive con caudillos, trasciende la imagen misma que
muestra como fachada un personaje; su mente, su historia, su creencia forma
parte de lo que realmente importa, Venezuela necesita un nuevo aire hoy y
Colombia, no puede repetir la misma historia.
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