Foto tomada de: www.elespectador.com |
La construcción de la paz en Colombia, se encuentra lejos, demasiado lejos de materializarse y en ello se puede observar en los comportamientos de quienes hemos estado en uno u otro lado de la discusión dicotómica entre el Sí y el No, aún incluso, después de haberse definido en las urnas, con un estrecho margen de diferencia.
Contrario a lo que se esperaba, el proceso de paz con las Farc, trajo consigo un sin número de diferencias políticas, economías y sociales que causaron una división entre los colombianos, al punto de etiquetar cada una de las posiciones entre Santistas o Uribistas -una posición que iba mucho más allá de una línea personalista de pensamiento-, la división fue producto en ocasiones de la tergiversación de la información y la falta de claridad de la misma, los medios de comunicación, entre ellos las redes sociales, fueron el escenario perfecto para expresar las diferencias, el debate y los insultos.
La diversidad ha servido en todas las democracias para fortalecerla, y en Colombia el caso no puede ser distinto, que nadie se sienta dueño de la verdad, ni mucho menos, con mayor intelecto por haber votado una u otra postura, algo es claro entre quienes apoyaron y nos opusimos al acuerdo firmado, todos queremos la paz, soñamos con un país unido, sin polarización, donde en la diferencia se encuentre lo que nos una.
A raíz de la euforia que ha desencadenado el proceso de paz en los colombianos y específicamente en los ámbitos académicos y escolares, algunos procesos de formación se han limitado a la “pedagogía por la paz”, entendida esta como la reproducción de lo acordado entre las partes, con fines netamente explicativos, otros; a diferencia, hemos entendido que la paz, va más allá de un proceso entre gobierno y un grupo armado ilegal, y desarrollamos un proceso de formación donde la paz, sea el punto de partida, el punto medio y el punto final. La paz, es por lo tanto un proceso de construcción que se lleva a cabo con quienes comprendemos que la paz inicia desde lo interior, y que esto a su vez condiciona el comportamiento con quienes nos relacionamos, a los colombianos nos falta mucho por aprender sobre la paz como estado y no como acuerdo.
Aprender de los errores del pasado es importante como parte del proceso de formación en lo personal y en todos los aspectos, y en la política su influencia es aún mayor, hace algunos meses, en un artículo que pude compartir, cuestionaba la confianza que se le podría brindar a las Farc, con base en los procesos anteriores que no habían logrado resultado, la historia parece estar en un movimiento cíclico, y debo confesar que nunca antes se había llegado tan lejos en un proceso de paz con las Farc, hoy, hay una oportunidad única, de brindar a las presentes y futuras generaciones un país mejor, y ante la duda, dar una oportunidad de confianza es el primer paso para construir paz a partir de la disposición y la voluntad.
Lo que vendrá no será fácil, y tomara su tiempo (ojalá no mucho), se deberán realizar ajustes a los acuerdos, llegar a consensos entre el gobierno, las Farc y quienes lideraron el No, así funciona la democracia; pero es importante que quienes lejos de cumplir una función directa de negociación, y quienes la cumplan, bajemos la guardia, las ofensas y el sarcasmo, porque ni los del Sí son palomas mensajeras de la paz, ni los del No, somos ángeles de la muerte.
En Colombia no nos dividió la paz, sería un error afirmar tal exageración, nos dividió la forma en como pensamos lo que es la paz, que en la paz, a diferencia de la guerra no todo es válido para ganarla, que la disposición, el consenso y los acuerdos entre todos es indispensable para alcanzarla y que los grandes sectores inconformes hacen parte del porcentaje que pone en entredicho la estabilidad y durabilidad de esa paz.
Que la paz nos una y el acuerdo construya.
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