Presidente Andrés Pastrana a la espera de "Tirofijo" |
Bien dicen los adagios populares que la confianza es difícil de construir y muy fácil de destruir. Así pues, ha sido la experiencia que han dejado los antes frustrados intentos de acuerdos de paz del Estado colombiano con la guerrilla de las farc; para ningún colombiano ha pasado desapercibido el hecho de que la guerrilla más longeva del país y por ello la que más ha causado conmoción y terror, tenga la intención de sentarse en la mesa para acordar el fin del conflicto. Mi intención no es detallar en las veces que estás lo han realizado, sino subrayar los motivos que en anteriores intentos han provocado su cancelación y frustración.
Daniel Pecaut un sociólogo francés al que identifican como colombianista por su dedicación al estudio de este país, narra en su libro: -en su edición en español- “¿Las Farc una Guerrilla Sin Fin o Sin Fines?” las principales actuaciones de la guerrilla que a su criterio enuncia como “espectaculares” debido al impacto que han tenido en la sociedad colombiana y a la presión que han ejercido en los gobiernos de turno por más de cincuenta años.
En 1975 Manuel Marulanda Velez alias "Tirofijo" envía una carta indicando una desmovilización por parte del grupo guerrillero al entonces presidente Alfonso López Michelsen, contrario a su mención, a partir de 1980 se multiplican sus frentes y su presencia en el territorio nacional, de 5 a 24 frentes y luego de 24 a 48. Para entonces, por las mismas fechas, inicia su captación económica basada en los cultivos ilícitos, especialmente los cultivos de coca.
En 1982 el presidente Belisario Betancur, inició proceso de paz general, donde las farc no se involucran; sin embargo, Marulanda se compromete a acabar con la práctica del secuestro. En 1985, aprovechando la coyuntura del proceso, Jacobo Arenas, publica un opúsculo donde “subraya que el alto al fuego no es más que la oportunidad [...] para proseguir con la expansión territorial de la guerrilla y el plan de conquista del poder”. Aumentan la creación de “milicias urbanas y rurales”, logrando un ascenso acelerado en el número de ataques y pie de fuerza, de 3.650 a 8.200 guerrilleros en tan sólo 4 años.
En 1991 y 1992 se intentó nuevamente una negociación con las farc, esta vez en el exterior, primero en Caracas y luego en Tlaxcala, México, en medio de hostilidades y proponiendo una serie de transformaciones sociales, las partes no lograron ningún acuerdo y su resultado termina en fracaso.
Para 1999, Andrés Pastrana hace la apertura de un nuevo proceso de paz, proceso con el que las farc “encuentran razones para creer que la rebelión de las masas es inminente”. Se logra, a favor de estas, la desmilitarización de 4 municipios del Caquetá, en la zona del Caguán, en total 42.000 km². Así pues, las farc expulsan a todos los representantes del Estado (jueces, funcionarios, etc.), Convirtiéndolo en su nueva base de entrenamiento, punto de salida y epicentro estratégico de ataques. Siendo luego, el departamento con más cultivos de coca, un poco más de 170.000 hectáreas. Opuesto a lo que se espera, el control sobre la zona del Caguán incentiva la fuerza de los combates en todo el país, su presencia ya supera la mitad de los municipios, al 2001 pasaron de 12.000 a 19.980 guerrilleros en tan sólo 3 años. La silla vacía de Marulanda, no deja ver intención diferente a la continuidad de la guerra.
El secuestro se agudiza pese al compromiso de Marulanda, esta vez sus objetivos son personalidades políticas, en 2002 se produce el secuestro de Ingrid Betancourt. Para el 2003, los secuestrados por esta guerrilla superan los 7.900 entre civiles, militares y extranjeros. Para el mismo año, la captación económica se configura, la elaboración, tráfico y exportación de cocaína asciende a más del 50% de sus ingresos anuales; para el 2007 la cifra ya supera el 70%.
Según el Ministerio de Defensa, entre 1991 y 2002 se registran los picos más altos en acciones terroristas por las farc.
Las farc nunca tuvieron la real intención de llegar a un acuerdo sobre el fin del conflicto con el gobierno Pastrana, en contraste, su estrategia se convirtió más en un crecimiento interno general ya que “ni siquiera disimulaban que lo que se proponen, ante todo, es ampliar aún más la zona bajo su control”.
Es claro que el fin último de las farc está cargado de un proyecto político, razón por la cual se han mantenido con el pasar de los años y las transformaciones sociales y pese a sus constantes pérdidas. Su proyecto político, parece ser más fuerte que su intención de paz y de terminación del conflicto, ello lo han permitido deducir a través de su propia historia.
En un momento coyuntural y a su vez trascendental como el que atraviesa Colombia frente al plebiscito, donde sectores políticos se disputan un SI o un NO en las urnas, vale la pena tener presente qué tanta confianza le inspiran las farc.
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